En este blog somos fanáticos de la obra de Wes Anderson,
su capacidad de contar historias llenas de personajes caricaturescos, con
guiones definidos por un humor sarcástico y ácido, en realidades visuales que
parecen sacadas de cuentos infantiles y que mezclan de manera perfecta el
diseño creativo y las realidades más actuales.
Es por eso que cada una de sus películas despierta
expectativas, más aun cuando su última cinta Moonrise Kingdom (2012) fue uno de los mejores títulos de su año y representó
una nueva obra maestra para el autor. Pero Anderson es un director que a pesar
de tener una marca reconocible en toda su filmografía tampoco ha estado exento
de algunas cintas que han dejado mucho que desear.
Grand Hotel Budapest
(2014) es una película que se encuentra entre lo mejor del director. La cinta tiene muchos aciertos, pero destaca su picardía y un dinamismo en el relato que caracteriza la obra del director. La ambición de Grand Hotel
Budapest se proyecta en cada uno de los detalles que tienen las imagenes en la gran pantalla.
Y es que el mundo
de Anderson se sigue alimentando de historias con una nostalgia palpable y
reconocible. En esta cinta pareciera demostrar que el origen de la imaginación
de todo artista siempre termina siendo la propia realidad que lo rodea, donde
un hotel puede convertirse en el escenario de una travesía llena de emociones.
Pocas películas van a recurrir tanto a la
literatura como esta, no en referencias sino más bien en estilos, en una búsqueda
de inspiración en un género que pareciera querer ser plasmado en la pantalla
grande de manera más leal a sí mismo.
Sin embargo, el gran éxito de la película es el
trabajo de sus actores. Si Grand Hotel
(1932) reunió en su momento a los más destacados actores de la MGM como Greta
Garbo, Joan Crawford, Lionel Barrymore, su hermano John Barrymore, Wallace Berry
y otros; el Grand Hotel Budapest tiene
en su reparto a algunos de los mejores actores que tiene el mundo en la
actualidad, el siempre genial Ralph Fiennes,
el poco valorado Murray Abraham, Jude Law, Adrien Brody, Jeff Goldblum, Willem
Dafoe, una irreconocible Tilda Swinton; y otros más entre ellos algunos de los
actores favoritos de Anderson como Bill Murray, Luke Wilson y Edward Norton en
papeles que bordean el cameo.
En un reparto soñado para cualquier director y para
cualquier cinéfilo, todos los actores logran destacar en su respectivo momento.
Son figuras que parecen sacadas de la imaginación más remota de algún
excéntrico escritor. Y aunque Ralph Fiennes es el protagonista del film, su
impecable actuación se ve bien acompañada de todos los demás roles secundarios.
Grand Hotel Budapest
es una comedia al mejor estilo de su director, con un humor inteligente pero
sumamente accesible, con una historia atractiva y con grandes actuaciones. Es
de esas películas que uno tiene que ver cada cierto tiempo para alimentar la
imaginación visual de la mente y no saturarse de lo mainstream que vende
Hollywood. Recomendable.
4.5 de 5