Por fin
se ha estrenado Beasts of the Southern Wild
(2012), la última nominada a los Oscars del febrero pasado que no había
llegado a nuestras salas. Beasts of the
Southern Wild es el primer largometraje del joven director Benh Zeitlin,
que ha cosechado nada más que aplausos por este trabajo. Desde su estreno en Cannes
el año pasado hasta su paso por la alfombra roja del Oscar, la expectativa por
ver la cinta era alta. Y hay que decirlo, esa expectativa ha sido ampliamente
superada por el resultado final.
Beasts of the Southern Wild gira en torno a Hushpuppy, una niña que
vive junto a su alcohólico padre en la zona más pobre de Nueva Orleans. Un
lugar que recibe el apodo de “La Bañera”, porque se encuentra rodeada de agua y
está separada de la zona moderna e industrial de la ciudad por una gigante
muralla.
Hushpuppy
vive en medio de esta miseria teniendo como mayor recurso su imaginación.
Mantiene conversaciones con una madre que nunca conoció, tiene su propia casa
cerca de su padre, recurre a dibujos en las paredes como fotografías de sus
seres queridos y ha asumido que el mundo que conoce es el único mundo que
existe. Hushpuppy representa a la inocencia del mundo, escucha los latidos del corazón
de todo lo que se mueve y camina por donde puede usando tan solo su ropa
interior.
Su
padre, Wink, es un hombre que ha sucumbido ante el vicio pero que no se olvida
de ser padre. Wink podría ser el mendigo de la ciudad pero prefiere ser el rey
de su jungla, podría ser el refugiado de algún centro social pero encuentra su
verdadera identidad pescando con la mano y viviendo a su manera.
La rebeldía
de Wink y Hushpuppy es la característica principal del grupo de gente que vive
como ellos. Son una sociedad independiente del mundo, donde cada uno pone sus
reglas y la civilización no viene con marcas o logotipos industriales.
Pareciera que no existen edades, ni diferencias sexuales. Por ejemplo, Wink
sigue llamando hombre a su hija a pesar que sabe que es niña. Solo existe el
deseo de supervivencia. Es una comunidad de cavernícolas en pleno siglo XXI. Acá
no hay política, ni economía, ni Estado.
Y así
como los primeros hombres del mundo, estas personas recurren a la caza y a la
pesca rudimentaria para alimentarse. El padre le enseña a su hija que el único
recurso para poder vivir es la salvajada y la fuerza. Los sentimientos son importantes pero no
tanto como mantener ese universo paralelo en su orden. Los habitantes de “La
Bañera” no sólo desafían el concepto de civilización moderna que entendemos
sino que desafían a la naturaleza misma. Viven alertas a una tormenta que saben
que va llegar y destruirá esa burbuja en la que viven, pero que podrá hundir
sus hogares pero jamás su espíritu.
El
huracán llega, podría ser Katrina o tener otro nombre, eso no tiene importancia
para los rebeldes. Y cuando llega, efectivamente destruye los precarios hogares
de estas personas, el agua se apodera de todo lo que puede dentro de “La Bañera”
mientras la gran muralla evita que esa agua logre llegar a la ciudad. Es en ese
momento, cuando Wink y sus camaradas deciden que el mundo debe enterarse que aún
tienen vida y el sacrificio de los ideales es inevitable.
Las
grandes bestias negras que Hushpuppy imagina han llegado, podrían ser la clase
política o la clase empresarial, pero en general representan al status quo
capitalista que rige el mundo. La niña cree que vienen del polo norte porque es
lo más lejano que conoce, estos monstruos se comen entre ellos y vienen para
destruir la perfección del mundo. Nuestros protagonistas pasan unos días en un
refugio del gobierno, pero saben que esa vida es sinónimo de muerte. Prefieren
que sus cuerpos se destruyan antes de someterse a las bestias, por lo que
vuelven a su jungla donde son libres. El desenlace de este cuento es doloroso
pero lleno de heroísmo.
Beasts of the Southern Wild recurre a las metáforas más increíbles que
nacen a partir de la mente de una niña. Para Hushpuppy la vida y la aventura
son la misma cosa. El director acierta en todo momento en presentar estas secuencias
de fantasía cargadas de ternura y una crudeza poco infantil. Como haría Akira Kurosawa
en la poco recordada Dodes Ka Den (1971),
el mundo que vemos en pantalla sorprende tanto por su indigencia como por su
armonía. El modelo del sueño americano se ve destrozado por completo, los
estereotipos no existen, solo vemos una selva donde animales y humanos
conviven. Así como vimos en Aguirre, la Ira
de Dios (1972) de Werner Herzog, la naturaleza es tan protagonista como los
actores mismos.
Pero el
joven Zeitlin captura toda la energía del pueblo de New Orleans, ese
desprendimiento de lo material tiene como contraste ese amor por la vida, por
las celebraciones, por las luces y los fuegos artificiales. La fotografía usa
luces naturales, por momentos tenues y en otros de una nitidez borrosa. La
división entre sueño y realidad muchas veces no existe. La música que acompaña
el relato tiene como base ese jazz original de los festivales del Mardi Grass.
El ritmo de la cinta fluye con una frescura que es increíble, donde hay tiempo
para entender a nuestros personajes por sus reacciones, sus facciones y su
entorno.
Al mejor
estilo de Jean Luc Godard, Zeitlin mezcla planos cercanos con tomas lejanas, la
edición rápida de sus tomas permite la sensación absorbente por parte de las
imágenes. Por otro lado el manejo de sus actores es notable. La pequeña Quvenzhané
Wallis lleva toda la cinta en sus hombros, con una actuación llena de
profesionalismo y espontaneidad. Pocas actuaciones infantiles han sido tan
logradas como esta. La nominación al Oscar estaba más que merecida. Otra gran actuación
es la de Dwight Henry como su violento padre, que aporta el elemento necesario
de virilidad que necesitaba la historia. Henry debió ser nominado al Premio de
la Academia como actor secundario por este papel, su interpretación es superior
a la de algunos de los que sí fueron nominados como Alan arkin en Argo (2012).
Es una
pena que Beasts of the Southern Wild se
esté proyectando de manera limitada en muy pocas salas, porque se trata de uno
de los mejores trabajos que veremos este año en nuestra cartelera. La cinta
tiene esa magia que solo el mejor cine puede tener, es una película
emocionante, con momentos cargados de ternura, pero que sobretodo rescata lo
mejor del espíritu humano. Un milagro de película.