Steven Spielberg
es uno de los directores de cine más importantes de la historia del cine. Su más
reciente trabajo es la premiada Lincoln
(2012) que está en nuestra cartelera desde la semana pasada. Lincoln tiene la apariencia de ser un
biopic más a los que nos tiene acostumbrados Hollywood, donde se presenta a una
figura histórica de manera inflada o endiosada. La cinta de Spielberg se aleja
de ese molde y nos presenta un film que más que mostrarnos la vida de un
hombre, nos introduce en un momento histórico en una sociedad que está
aprendiendo a caminar.
El relato de la
historia gira alrededor de los momentos en los cuales Estados Unidos se
enfrentaba a la Guerra Civil entre los Estados del Sur y los Estados del Norte;
la cual tenía, aparte de conflictos de identidad entre pueblos, como objeto de
fondo, la eliminación de la esclavitud en ese país. Abraham Lincoln era el
Presidente en esos momentos difíciles para un país que apenas se estaba
acostumbrando a la vida en democracia, lógicamente se trataba de un líder
frente a un pueblo segregado en varios aspectos.
Durante las casi
2 horas y media de duración de la película, veremos cómo es que Lincoln dirige
toda una estrategia para lograr que la Cámara de Representantes logre aprobar
la 13 Enmienda a la Constitución que emancipaba a los negros y lograr por otro
lado la paz entre el Norte y el Sur. Pero Spielberg no solo presenta una cinta
de historia política, puesto que en el camino nos muestra a los personajes de
este juego de poderes.
El gran logro
del film es que el espectador no ve únicamente fichas de ajedrez que se mueven
estratégicamente, sino que puede observar perfiles de figuras que jugaron un
rol importante en ese momento, en muchos casos sin saber que estaban forjando
el futuro de un pueblo.
El Lincoln de
Spielberg no es un semidiós o un superhéroe, es un hombre corriente que camina
pausado, que le gusta contar historias, que tiene una mala relación con su
hijo, que pierde la calma por momentos; pero que siempre se ve enfrentado ante
el inmenso desafío de querer ser parte del futuro. La película empieza con una
imagen borrosa que es el sueño que tiene el Presidente. Spielberg nos muestra
que toda gran historia siempre empieza con un sueño o con una fantasía, que al
inicio no es clara pero que está presente. Probablemente ni el propio Lincoln sabía
qué era lo que buscaba con liberar a los esclavos en su país, pero era su sueño
y debía perseguirlo.
Durante varios
momentos de la trama, vemos como Lincoln se acerca a su esposa para que ella le
trate de descifrar el sueño; mientras que Lincoln recibe las opiniones de sus
ministros y líderes políticos que le tratan de señalar el camino del futuro. El
futuro es como el anillo que persigue Gollum en la trilogía de Tolkien, un bien
añorado que Lincoln quiere tener para sí.
Esto es evidente
cuando podemos ver que durante toda la película, vemos al menor de los hijos
del matrimonio presidencial como una figura presente en los momentos más
importantes. No opina, ni es consultado, pero está ahí como un espectador que
trata de entender la coyuntura a través de las fotos de los esclavos y de lo
que ve que ocurre a su alrededor. Una vez más es Spielberg mostrando el desafío
de una clase política frente a las generaciones venideras.
Otra
característica es que no estamos ante una historia inflada de un “americanismo”
gringo. Si bien es cierto, sabemos que estamos viendo parte de la historia de
Estados Unidos, lo cierto es que estamos ante un relato universal; los personajes
que aparecen en pantalla podrían ser identificados en cualquier ambiente
político actual. Este detalle permite que el espectador entienda la emoción de
la coyuntura y lo acerque a la búsqueda de un liderazgo identificable.
Steven Spielberg
ha logrado en Lincoln probablemente
su mejor película desde La Lista de
Schindler (1993), la fotografía es impresionante, una mezcla de colores pálidos
y de juegos de luces y sombras que permiten otorgarle un realismo artístico a
todo el film. La música del genial John Williams acompaña el drama de manera correcta,
mientras que la dirección artística es espectacular como ya nos tiene
acostumbrados el director.
Pero hay dos aspectos
que hacen de Lincoln la gran obra
que es, en primer lugar está el impecable guión de Tony Kuschner, con un manejo
del lenguaje que bien podría ser parte de una obra literaria; el guión además
dibuja a sus personajes de modo tal que todos tienen un grano de arena en el
logro histórico que estamos a punto de presenciar. El reparto que le da vida a
estos roles es de primera, que incluye a actores excepcionales como Hal
Holbrook, Joseph Gordon-Levitt, James Spader, David Strathairn entre otros. La
actuación de Daniel Day Lewis es notable, no se trata de una imitación sino de
la creación de un personaje propio; Day Lewis actúa como un hombre que tiene
que enfrentar sus propios demonios pero siempre en conocimiento que su papel es
el de dirigir a un país. Pero su Lincoln es sobretodo un hombre de su tiempo,
que como su propio país ha llegado a la madurez sin reconciliarse con su identidad
y debe luchar para mantenerse en pie, teniendo como única arma sus ideales.
Lincoln era Estados Unidos y Estados Unidos era el reflejo de su Father
Lincoln, no hay mejor actor que Daniel Day Lewis para poder haber presentado
este retrato íntimo y maravilloso.
Las otras dos
actuaciones que resaltan son las de Sally Field como Mary Todd Lincoln y Tommy
Lee Jones como Thaddeus Stevens, el líder del ala radical del partido republicano.
En el caso de Field, la veterana actriz se encarga de representar a una primera
dama que busca apoyar a su esposo pero que es consiente que debe mantenerse al
margen de la vida política de aquel. Se trataba de una mujer influyente qué
duda cabe, pero que entendía que la luz debía alumbrar a su marido y no a ella.
En su actuación también vemos el conflicto en buscar una identidad a futuro, en
una parte de la cinta le dice a Lincoln: “en
unos años cuando lean libros de historia, la gente me recordara como la mujer
que casi termina en un manicomio”. Gran actuación de Sally Field. Igual de
impresionante está Tommy Lee Jones. Para mi gusto, la suya es la mejor
actuación del film; el actor es por momentos una figura fantasmagórica que solo
observa y escucha, pero que recupera la vida en sus apasionados discursos. Su
interpretación tiene tantos matices en tan pocos momentos que realmente lo
haría justo merecedor del Oscar.
Un crítico de
cine dijo alguna vez que Steven Spielberg tenía dos dimensiones como director.
Por una parte estaba el Spielberg niño que hacía películas fantásticas como E.T. (1982), Raiders of the Lost Ark (1981) o Jurassic Park (1993); pero también estaba el Spielberg adulto que
hacia películas con temas densos y relevantes como The Color Purple (1985), la mencionada Schindler’s List (1993) o Saving
Private Ryan (1998). No cabe duda que Lincoln
entra en el segundo grupo, pero como el trabajo de un director consumado que
busca rescatar un periodo importante en la historia. Pero que además quiere
reflexionar sobre los ideales de un mundo que aun está en búsqueda de un
liderazgo o de una democracia perfecta.
Lincoln (2012) es una película que se acerca a las llamadas obras maestras, de lo mejor
que vamos a ver en nuestra cartelera. Qué bueno que la Academia la haya tomado
en cuenta para sus premios, sería un crimen de no ser así. Pero Oscar o no
Oscar, estamos ante una obra que será objeto de estudio para los cinéfilos del
futuro. Totalmente recomendable.
Un gran personaje, en su faceta política y personal, pero demasiado charleta, en esta versión, un vara, sermoneador, y a ratos incluso un tanto lunático. Y todo en esa manera tan Spielberg, de resaltar emociones de forma descarada a través de la música, de abrazos del 'todosjuntosporfin', tan impositivo en sus sentimientos... Pero un personaje como Lincoln no puede producir una mala película y de estas tampoco Spielberg sabe hacerlas. Un saludo!
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