miércoles, 27 de junio de 2012

Sombras Tenebrosas y Tenemos que Hablar de Kevin


Están en cartelera dos cintas que tratan el tema de la familia desde una visión monstruosa. En el caso de la cinta de Tim Burton, Dark Shadows (2012), apelando a una comedia irreverente. Mientras que en el caso de We Need to Talk About Kevin (2011), se ve el retrato más crudo de una realidad más atemorizante que cualquier fantasía.

Sombras Tenebrosas


Tim Burton es sin lugar a dudas, uno de los mejores y más trabajadores directores que tiene Hollywood. El estilo de Burton es único, su capacidad para crear fantasías plagadas de sombras y colores extravagantes lo han convertido en una figura imprescindible del cine moderno. Como toda carrera, la de Burton también ha tenido sus desaciertos, algunos de ellos realmente catastróficos. Sin embargo, nadie puede negar la expectativa que siempre despierta una cinta de este director.

En Dark Shadows (2012), Burton hace uso una vez más de esos detalles que vemos en todas sus películas. Ese cuidado por los escenarios, ese esfuerzo por crear mundos fantásticos, su manía en inventar personajes excéntricos y dañados como el recordado joven manos de tijera.

Y es que Burton siempre busca crear monstruos que tengan una dosis de humanidad o humanos con una dosis de monstruosidad. En Dark Shadows, se trata de toda una familia que vive bajo un hechizo que los ha condenado a una vida al margen de la luz, donde la figura más notable del árbol genealógico es un vampiro eternamente enamorado.

La trama se desarrolla cuando este vampiro es despertado de un largo descanso y decide devolverle a su familia el esplendor de tiempos idos. Para ello, tendrá que vencer a su némesis que es una bruja que está enamorada de él. Como en casi todas sus cintas, los personajes secundarios son uno más caricaturesco que el anterior, y en este caso tenemos a la psiquiatra alcohólica que busca ser joven eternamente y la calculadora tía que busca tener todo bajo control.

El ambiente del film es totalmente surrealista, una vez más Burton recurre a sus personajes pálidos, atrapados en el pasado, atormentados por la historia. Pero no estamos ante una cinta de aventuras o ante un drama de época, sino más bien ante una historia totalmente descomedida.

Es cierto, esa irreverencia por momentos cae en el completo ridículo, sobre todo hacia el final de la cinta. Pero eso no arruina una cinta que busca entretener y que logra sacar varias risas por lo chiflado del argumento. Y es que se trata de un film que no hay que tomarse en serio sino que hay que ver y disfrutar.

Como siempre, Burton vuelve a trabajar junto a su actor fetiche Johnny Depp, a quien  esta vez convierte en un sangriento y voluble vampiro. Una vez más, Depp se mete en la piel del personaje y nos vuelve a dar una actuación camaleónica. Igualmente, el director vuelve a utilizar a su esposa en la vida real, la actriz Helena Bonham Carter y después de haberla convertido en Gatúbela hace casi 20 años, con la siempre bella Michelle Pfeiffer.

Pero la actuación más notable es la de Eva Green como la bruja enamorada y vengativa. Es en ella, en quien Burton crea a la típica figura fetichista de sus filmes. Una mujer atractiva que no puede superar su incapacidad para los sentimientos, por lo que recurre a la manipulación y al misticismo.

El resultado final es una cinta irregular, que no deja una mala sensación en quien la ve pero que no llega a superar las expectativas que siempre se tienen en un director como Tim Burton.

Tenemos que Hablar de Kevin


We Need to Talk About Kevin (2011) de la directora escocesa Lynne Ramsay fue presentada en el Festival de Cannes del 2011 y desde ese momento llamó el interés, sobre todo por la actuación de Tilda Swinton en la misma.

Pero We Need to Talk About Kevin es todo una sorpresa, que supera de lejos todo interés sobre la misma. Se trata de la historia de una familia totalmente desgraciada, de la relación entre los padres y sus hijos, de sentimientos profundos como la culpa o el arrepentimiento.

Eva y Franklin son una pareja de esposos que tienen dos hijos, Kevin y Celia. El mayor de ellos es Kevin, a quien Ramsay presenta desde la concepción, pasando por su crecimiento como un niño particular y finalmente convirtiéndose en un joven desadaptado. Pero Ramsay no usa una narración lineal, sino que el film se desarrolla entre flashbacks constantes que nos muestran el pasado y el presente de Kevin y su madre Eva.

Desde un inicio sabemos que hay algo malo en Kevin y en su madre, pero la directora logra crear una sensación de pánico puesto que no sabemos que es lo que ha originado esa realidad. Todas las escenas de la cinta están impregnadas de algún detalle rojo, que nos recuerda la sangre de la tragedia de la trama pero también la sangre que une a los miembros de esta familia.

Ese rojo es el verdadero protagonista de la cinta, no solo por lo que representa sino porque lo fuerte de su presencia recuerda que la historia puede, y probablemente sea, totalmente cierta. Pero la directora usa varios recursos para presentarnos este drama, desde la ropa que usan sus actores hasta el hecho que en esa inmensa casa no existen adornos en las paredes ni cuadros que hagan pensar que se trata de una familia normal.

Pero el mayor logro de Lynne Ramsay es crear el personaje de Eva, interpretada magistralmente por Tilda Swinton. Es una mujer que anhela su libertad, que no entiende su embarazo y lo considera como el alejamiento de su juventud representada por las niñas bailarinas que corren a su alrededor después de su terapia. Es una mujer que no controla su frustración, que se siente incapaz de ser madre, que vive presa de sus recuerdos y de su propia culpabilidad.

Swinton está excelente como la madre que está criando un monstruo y que es incapaz de detener. Su capacidad para moverse de la libertad de su juventud a la frialdad de la desesperanza es admirable. En sus ojos vemos hundidos los recuerdos de una vida feliz, en su cuerpo está presente una irrenunciable soledad, su rostro está marcado por un dolor que no se puede ir.

No es coincidencia que mientras la película avanza la vemos tratando de limpiar el rojo que ha sido tirado a la fachada de su casa en los momentos iniciales. La película entera es ese deseo de Eva de poder limpiar la sangre que ella siente que tiene en sus manos y que parece perseguirla a cada segundo. Es un fantasma que deambula por las calles y que como ello, recibe el desprecio de una sociedad que la desprecia porque no la comprende.

Maravillosa historia la que nos presenta Lynne Ramsay, We Need to Talk About Kevin es un gran estreno que enriquece nuestra cartelera. La actuación de Tilda Swinton es espectacular, quizás la mejor de toda su carrera. Definitivamente es una actuación que se merecía la atención del Oscar el año pasado, esta interpretación es superior que al menos dos de las nominadas, incluyendo a la ganadora.

No hay que dejar de ver We Need to Talk About Kevin, una película que levanta el debate sobre temas familiares y sociales que son necesarios. Totalmente recomendable.




viernes, 22 de junio de 2012

Un Método Peligroso


Por fin llegó a nuestra cartelera A Dangerous Method (2011), cinta dirigida por el legendario David Cronenberg y que presenta la relación entre los padres del psicoanálisis Sigmund Freud y Carl Jung. A primera vista, se podría pensar que se trata de una simple cinta histórica, pero el resultado es un film complejo con bastantes aristas que solo un director como Cronenberg puede lograr unir de manera tan notable.

La película empieza con la llegada de una mujer, Sabina Spielrein, en estado frenético a un centro de rehabilitación. Esta mujer será objeto de todas las técnicas de curación conocidas hasta la época, hasta que se convierte en paciente del doctor Jung. Este a su vez, ve en ella la paciente perfecta para poder investigar la teoría iniciada por Freud sobre el psicoanálisis.

La historia se desenvuelve entre la relación entre el doctor y la paciente, la cual se convierte en una relación de cooperación mutua, lo cual despierta en ella el interés por estudiar y convertirse en una profesional como Jung.

La investigación de Jung con su paciente hace que recurra al profesor Freud para que ambos terminen de presentar la teoría del psicoanálisis que terminaría revolucionando la ciencia de la medicina mental hasta nuestros días.

Pero la película, repito,  no es solo un relato de hechos históricos que buscan presentar el nacimiento de un hecho relevante para la humanidad. Por el contrario, es un estudio detallado de una época y de tres personas que no pueden dejar de confundir sus propias pasiones con sus intereses profesionales.

Cronenberg dibuja a sus protagonistas de tal manera que nos confunde por momentos y no sabemos si estamos ante el paciente o ante el galeno. Las escenas en las que están Spielrein y Jung o Freud y Jung o Spielrein y Freud, son totalmente cuadradas,  la pantalla se concentra en los dos rostros poniendo uno en un plano principal y difuminando el segundo detrás.

La ilusión de paciente y doctor se pierde cuando los roles se invierten y en esos momentos Cronenberg cambia el lente y la imagen para generar la misma ilusión óptica. Lógicamente, la trama se complica mientras vamos descubriendo el origen de los problemas mentales de Spielrein. Pero en el camino, vamos descubriendo los fantasmas de Jung quien además empieza a cuestionar a su mentor Freud.

El juego de relaciones que se crea entre los tres es sumamente interesante, el director se encarga de desenmascarar las verdaderas personalidades de los tres. La película exhibe los miedos, las fobias, las manías y hasta los vicios de los personajes, uniéndolos a través de los mismos.

Evidentemente la connotación sexual está presente, pero esta se muestra de manera directa sin influencias morales. En general, el estilo de dirección de Cronenberg en esta cinta es clásico, no busca impresionar sino acaso mostrar de manera congruente un periodo de tiempo donde la inocencia estaba a punto de perderse a raíz de la Primera Guerra Mundial.

Así vemos al director alejarse de su manera de dirigir películas absorbentes y hasta intoxicantes como Crash (1996) o Dead Ringers (1988). En esta cinta, Cronenberg apuesta por la pulcritud, por un estilo narrativo lineal, no por ello menos atractivo.

Uno de los mejores logros de la cinta es además su dirección artística, los ambientes están creados a la perfección, llenos de colores blancos y detalles de época. Cronenberg siempre ha sido un perfeccionista al momento de crear los espacios en sus cintas y en esta lo logra con excelencia.

Pero sin lugar a dudas, es la manera de manejar a sus actores lo que hace que la cinta tenga tanto éxito. Keira Knightley esta sorprendente como Spielrein, su papel empieza con la exageración de la enfermedad mental y termina con la tranquilidad del control que ejerce sobre la ciencia. Su actuación es notable, entregada por completo al papel, llena de facciones que la desdibujan de la figura frágil, dulce o heroica con la que la hemos visto en películas anteriores.  

De igual modo, Michael Fassbender vuelve a demostrar porque es el actor de moda. Su capacidad para interpretar a Jung es increíble, a diferencia de Knightley, en Fassbender vemos un talento por mostrar sentimientos íntimos pero con gestos cortos, con miradas directas o apenas con su propia presencia.

En su tercera película juntos, Cronenberg logra sacar lo mejor de Viggo Mortensen, esta vez ya no como el asesino desalmado de A History of Violence (2003) o Eastern Promises (2007), sino más bien como un Freud paternal, reflexivo, anonado en sus propias teorías. Siempre con un habano en la boca, el Freud de Mortensen es el verdadero catalizador de las demencias de Jung y Spielrein y de la película en general. Notable actuación de este gran actor, que realmente sorprende su ausencia en la lista de nominados al Oscar del año pasado.

A Dangerous Method es una cinta apasionante, inteligente, llena de momentos reflexivos. Los giros que da la trama la hacen sumamente emocionante. Sin lugar a dudad es una nueva gran película de un gran director, quizás de los mejores que trabajen en la actualidad. No hay que dejar de ver este film que enriquece de gran manera nuestra alicaída cartelera.

martes, 19 de junio de 2012

Prometheus


Uno de los estrenos más esperados del año era Prometheus (2011) de Ridley Scott. Se trataba de una cinta esperada no solo por el prestigio de su director sino porque marcaba su retorno al género de la ciencia ficción, en el cual nos entregó obras tan geniales como Blade Runner (1982) y Alien (1979).

Prometheus, busca justamente, ser algo así como la precuela de esta última cinta, que marcó toda una generación y que es el inicio de toda una serie de cintas sobre alienígenas de distinta calidad. Pero creo que Prometheus debe ser vista como un trabajo independiente de la cinta de 1979, puesto que tiene elementos que si bien es cierto explican el origen del extraterrestre monstruoso que todo el mundo conoce; esta es también una cinta de aventuras y donde la ciencia ficción se sustenta en la búsqueda de algo más trascendental.

Es el año 2093 y un grupo de científicos se encuentran en un viaje espacial en busca del origen de la humanidad. Desde este momento sabemos que la travesía de estas personas busca hacerle honor al nombre de la nave, Prometeo, aquel titán mitológico que gustaba tentar a Zeus en el Olimpo.

La misión de la tripulación de esta nave es exactamente esa, buscar al creador de los seres humanos, rompiendo con los preceptos de la fe y lógicamente desafiando al Dios que conocemos. Los científicos van acompañados de un cyborg que aparentemente carece de sentimientos y de una mujer que tiene la frialdad de un robot (Charlize Theron).

Lógicamente la mayor acción se desarrolla a partir del momento en que la nave llega a su destino. En dicho lugar, no solo se descubre una civilización muerta sino que la manipulación de nuestros protagonistas hace que estas ruinas ácidas empiecen a generar vida nueva. En ese trayecto, la acción llega a su cumbre cuando nos damos cuenta que no estamos ante un descubrimiento sino ante una amenaza.

Ridley Scott es un director que sabe manejar perfectamente la acción, lo demostró no solo en los títulos iniciales de estas líneas sino también de manera muy eficiente en las más recientes Gladiator (2000) y en Black Hawk Down (2001). En esta última, que llegó a nuestras salas como La Caída del Halcón Negro, Scott creo un ambiente envolvente que permitía aumentar la emoción a cada momento. En Prometheus se siente esa misma atmósfera absorbente, por momentos repulsiva, llena de colores negros que emulan un ácido que parece sangre negra.

Los mejores momentos de la cinta son aquellos en que vemos a los seres humanos en peligro, en ellos Scott nos hace sentir de manera vívida lo tórrida de la experiencia. Para esto usa efectos especiales muy bien logrados pero también la sencillez de las viejas cintas de ciencia ficción que no muestran al enemigo sino que se quedan en presentar la amenaza.

Como era de esperar, Scott muestra que los humanos somos seres vulnerables y que a diferencia de las figuras mitológicas, nuestras limitaciones emocionales nos impiden trascender. La película, sin embargo, se pierde por momentos. Sobre todo en aquellos en los cuales justamente se busca crear un juego de sentimientos dentro de la tripulación, como los de padre e hija o aquellos del cyborg que resulta siendo más humano que robot.

Otro desacierto que encuentro en el film es que se busca forzar demasiado el tema teológico. No solo se trata de una insinuación filosófica sino que termina siendo un argumento repetitivo que le resta méritos a la historia.

Por otro lado, Ridley Scott ha encontrado en Noomi Rapace una actriz que sabe llevar muy bien el papel de la heroína principal. A diferencia de Sigourney Weaver, a Rapace se le siente más vulnerable, pero los momentos más emocionantes de toda la película le pertenecen a ella. Fácilmente, se convertirá en una figura de acción del cine. Sus escenas están llenas de sangre y destroza lo más esencial de la naturaleza femenina en una escena que probablemente dejara boquiabiertos a varios.

Los efectos especiales de la cinta son maravillosos, espectaculares en todo el sentido de la palabra. De igual manera, la dirección artística. Si bien es cierto nos hace recordar la nave original de Alien (1979), los primeros minutos son un completo homenaje a 2001: A Space Oddissey (1969). La similitud entre Prometeo y la nave de la cinta de Kubrick es evidente y el cyborg que interpreta Michael Fassbender es una mezcla de aquel astronauta solitario con la manipuladora computadora que lo atormenta.

El resultado final de Prometheus es una buena obra de ciencia ficción, con elementos de aquel gore que no llega a ser saturante sino que permite desarrollar de manera efectiva una realidad distinta a la normal. Es una cinta emocionante, con elementos de buen cine de aventura. No hay que buscar solo el origen del alien, el cual resulta siendo totalmente sorprendente, sino que hay que disfrutar todos los elementos del film como el buen trabajo en el sonido y lo novedoso a nivel visual.

Un tip final, la película se disfruta más en 3D; sin embargo su calidad no se pierde si se ve en una sala regular. Prometheus es la perfecta opción para aquellos que van en busca de entretenimiento al cine y que disfrutan de historias que los hacen saltar de las sillas de vez en cuando. 

miércoles, 13 de junio de 2012

Mi Semana con Marilyn



Sigue en nuestra cartelera My Week with Marilyn, cinta que relata los días que la legendaria Marilyn Monroe pasó en Inglaterra para filmar The Prince and the Showgirl (1957) junto al no menos legendario Laurence Olivier.

Para todos aquellos que amamos el cine, siempre es entretenido ver una película que nos cuenta la historia de una filmación o nos muestra detalles de la vida de los personajes de la industria. En este caso, es nostálgico el recordar a dos figuras grandes de la actuación que tenían dos maneras tan distintas de ver a su profesión.

Sin embargo, My Week with Marilyn no pasa de ser un film sencillo que relata de manera superficial las anécdotas que rodearon la filmación de una película. No estamos ante un estudio de personalidad, ni mucho menos ante una historia compleja.

Por el contrario, la narración es bastante simple, sin abordar de manera directa los verdaderos conflictos existenciales que tenían sus protagonistas; sino más bien presentándolos de manera acartonada y dentro de estereotipos que podrían verse en cualquier documental o película para la televisión.

Si bien es cierto, en algunos momentos el director de la película, Simon Curtis, trata de usar recursos para mostrar la presencia espectacular que poseía Marilyn, estos momentos son aislados y se pierden en el resultado final.

Me parece que otro gran desacierto es querer presentar a tantos personajes, incluyendo a Arthur Miller y Vivien Leigh, y tratar de descubrirlos como a los protagonistas. Al final, eso no se consigue y la cinta solo esboza a estas figuras, dejando incluso cabos sueltos como los celos de Vivien Leigh o el libro que Miller estaba escribiendo sobre su esposa.

Los mejores momentos de la cinta son aquellos en los que vemos a Marilyn Monroe jugando al enamoramiento adolescente con uno de los asistentes del director. Son en esas escenas donde el director se mueve con frescura, sin apasionamientos. Podemos ver el lado humano y frágil de una mujer que concentraba las miradas de todo el mundo.

Pero lo mejor de la cinta son las dos actuaciones principales, es decir la de Michelle Williams como Marilyn Monroe y Kenneth Brannagh como Laurence Olivier. Y ambas actuaciones son totalmente distintas y hasta diría opuestas. En el caso de Brannagh, su actuación como Olivier casi limita con la imitación. Por momentos, parecía que estaba viendo al mismo Olivier en pantalla, Brannagh que fue discípulo en la vida real del legendario actor, imita los gestos, las maneras exageradas y esos largos discursos que tenía el viejo Sir Laurence a la perfección. Es decir que Brannagh usa la técnica de actuación que usaba el mismo Olivier en sus propias actuaciones.

Por el contrario, la actuación de Michelle Williams no es una imitación de la glamorosa actriz. Williams crea un personaje aparte, especial, único, frágil y lleno de encantos. Podía haber sido Marilyn Monroe pero también podía llamarse Elizabeth Taylor o Judy Garland. El personaje de Williams es multidimensional y pasa con una vitalidad increíble de una emoción a otra en cuestión de segundos. Michelle Williams es una de las mejores actrices de su generación y en esta actuación está en su mejor momento, vulnerable, frágil, atractiva, sensual y sobre todo con una capacidad camaleónica que concentra todo tipo de atención en todas las escenas en las que aparece ella.

Hay que aprovechar para ver My Week with Marilyn, que si bien es una cinta irregular cuenta con dos grandes actuaciones que se merecen todos los laureles recibidos. Más aun cuando estamos a punto de ser bombardeados por los blockbusters de Hollywood que carecen de contenido artístico en el mayor de los casos. My Week with Marilyn, a pesar de sus defectos, no deja de ser interesante y para aquellos que gustan de historia del cine y sus actores les va encantar.