miércoles, 13 de junio de 2012

Mi Semana con Marilyn



Sigue en nuestra cartelera My Week with Marilyn, cinta que relata los días que la legendaria Marilyn Monroe pasó en Inglaterra para filmar The Prince and the Showgirl (1957) junto al no menos legendario Laurence Olivier.

Para todos aquellos que amamos el cine, siempre es entretenido ver una película que nos cuenta la historia de una filmación o nos muestra detalles de la vida de los personajes de la industria. En este caso, es nostálgico el recordar a dos figuras grandes de la actuación que tenían dos maneras tan distintas de ver a su profesión.

Sin embargo, My Week with Marilyn no pasa de ser un film sencillo que relata de manera superficial las anécdotas que rodearon la filmación de una película. No estamos ante un estudio de personalidad, ni mucho menos ante una historia compleja.

Por el contrario, la narración es bastante simple, sin abordar de manera directa los verdaderos conflictos existenciales que tenían sus protagonistas; sino más bien presentándolos de manera acartonada y dentro de estereotipos que podrían verse en cualquier documental o película para la televisión.

Si bien es cierto, en algunos momentos el director de la película, Simon Curtis, trata de usar recursos para mostrar la presencia espectacular que poseía Marilyn, estos momentos son aislados y se pierden en el resultado final.

Me parece que otro gran desacierto es querer presentar a tantos personajes, incluyendo a Arthur Miller y Vivien Leigh, y tratar de descubrirlos como a los protagonistas. Al final, eso no se consigue y la cinta solo esboza a estas figuras, dejando incluso cabos sueltos como los celos de Vivien Leigh o el libro que Miller estaba escribiendo sobre su esposa.

Los mejores momentos de la cinta son aquellos en los que vemos a Marilyn Monroe jugando al enamoramiento adolescente con uno de los asistentes del director. Son en esas escenas donde el director se mueve con frescura, sin apasionamientos. Podemos ver el lado humano y frágil de una mujer que concentraba las miradas de todo el mundo.

Pero lo mejor de la cinta son las dos actuaciones principales, es decir la de Michelle Williams como Marilyn Monroe y Kenneth Brannagh como Laurence Olivier. Y ambas actuaciones son totalmente distintas y hasta diría opuestas. En el caso de Brannagh, su actuación como Olivier casi limita con la imitación. Por momentos, parecía que estaba viendo al mismo Olivier en pantalla, Brannagh que fue discípulo en la vida real del legendario actor, imita los gestos, las maneras exageradas y esos largos discursos que tenía el viejo Sir Laurence a la perfección. Es decir que Brannagh usa la técnica de actuación que usaba el mismo Olivier en sus propias actuaciones.

Por el contrario, la actuación de Michelle Williams no es una imitación de la glamorosa actriz. Williams crea un personaje aparte, especial, único, frágil y lleno de encantos. Podía haber sido Marilyn Monroe pero también podía llamarse Elizabeth Taylor o Judy Garland. El personaje de Williams es multidimensional y pasa con una vitalidad increíble de una emoción a otra en cuestión de segundos. Michelle Williams es una de las mejores actrices de su generación y en esta actuación está en su mejor momento, vulnerable, frágil, atractiva, sensual y sobre todo con una capacidad camaleónica que concentra todo tipo de atención en todas las escenas en las que aparece ella.

Hay que aprovechar para ver My Week with Marilyn, que si bien es una cinta irregular cuenta con dos grandes actuaciones que se merecen todos los laureles recibidos. Más aun cuando estamos a punto de ser bombardeados por los blockbusters de Hollywood que carecen de contenido artístico en el mayor de los casos. My Week with Marilyn, a pesar de sus defectos, no deja de ser interesante y para aquellos que gustan de historia del cine y sus actores les va encantar.

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