Sigue en nuestra cartelera My Week with Marilyn, cinta que relata los días que la legendaria
Marilyn Monroe pasó en Inglaterra para filmar The Prince and the Showgirl (1957) junto al no menos legendario
Laurence Olivier.
Para todos aquellos que amamos el cine, siempre es
entretenido ver una película que nos cuenta la historia de una filmación o nos
muestra detalles de la vida de los personajes de la industria. En este caso, es
nostálgico el recordar a dos figuras grandes de la actuación que tenían dos
maneras tan distintas de ver a su profesión.
Sin embargo, My
Week with Marilyn no pasa de ser un film sencillo que relata de manera
superficial las anécdotas que rodearon la filmación de una película. No estamos
ante un estudio de personalidad, ni mucho menos ante una historia compleja.
Por el contrario, la narración es bastante simple,
sin abordar de manera directa los verdaderos conflictos existenciales que tenían
sus protagonistas; sino más bien presentándolos de manera acartonada y dentro
de estereotipos que podrían verse en cualquier documental o película para la televisión.
Si bien es cierto, en algunos momentos el director
de la película, Simon Curtis, trata de usar recursos para mostrar la presencia
espectacular que poseía Marilyn, estos momentos son aislados y se pierden en el
resultado final.
Me parece que otro gran desacierto es querer
presentar a tantos personajes, incluyendo a Arthur Miller y Vivien Leigh, y
tratar de descubrirlos como a los protagonistas. Al final, eso no se consigue y
la cinta solo esboza a estas figuras, dejando incluso cabos sueltos como los
celos de Vivien Leigh o el libro que Miller estaba escribiendo sobre su esposa.
Los mejores momentos de la cinta son aquellos en
los que vemos a Marilyn Monroe jugando al enamoramiento adolescente con uno de
los asistentes del director. Son en esas escenas donde el director se mueve con
frescura, sin apasionamientos. Podemos ver el lado humano y frágil de una mujer
que concentraba las miradas de todo el mundo.
Pero lo mejor de la cinta son las dos actuaciones
principales, es decir la de Michelle Williams como Marilyn Monroe y Kenneth
Brannagh como Laurence Olivier. Y ambas actuaciones son totalmente distintas y
hasta diría opuestas. En el caso de Brannagh, su actuación como Olivier casi
limita con la imitación. Por momentos, parecía que estaba viendo al mismo
Olivier en pantalla, Brannagh que fue discípulo en la vida real del legendario
actor, imita los gestos, las maneras exageradas y esos largos discursos que tenía
el viejo Sir Laurence a la perfección. Es decir que Brannagh usa la técnica de actuación
que usaba el mismo Olivier en sus propias actuaciones.
Por el contrario, la actuación de Michelle Williams
no es una imitación de la glamorosa actriz. Williams crea un personaje aparte, especial,
único, frágil y lleno de encantos. Podía haber sido Marilyn Monroe pero también
podía llamarse Elizabeth Taylor o Judy Garland. El personaje de Williams es
multidimensional y pasa con una vitalidad increíble de una emoción a otra en cuestión
de segundos. Michelle Williams es una de las mejores actrices de su generación y
en esta actuación está en su mejor momento, vulnerable, frágil, atractiva,
sensual y sobre todo con una capacidad camaleónica que concentra todo tipo de atención
en todas las escenas en las que aparece ella.
Hay que aprovechar para ver My Week with Marilyn, que si bien es una cinta irregular cuenta con
dos grandes actuaciones que se merecen todos los laureles recibidos. Más aun
cuando estamos a punto de ser bombardeados por los blockbusters de Hollywood que
carecen de contenido artístico en el mayor de los casos. My Week with Marilyn, a pesar de sus defectos, no deja de ser
interesante y para aquellos que gustan de historia del cine y sus actores les
va encantar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario