viernes, 3 de febrero de 2012

La Chica del Dragón Tatuado

La Chica del Dragón Tatuado o The Girl with the Dragon Tattoo (2011) es la más reciente película de David Fincher, aquel que el año pasado nos trajo la genial The Social Network (2010) y que antes estuvo a cargo de cintas notables como Se7en (1995), Fight Club (1999), Zodiac (2007) y la menos atractiva The Curious Case of Benjamin Button (2008). Fincher es uno de los mejores directores del cine norteamericano actual, sobretodo porque se preocupa que sus películas cuenten historias completas, con personajes que conocemos de a pocos pero con los cuales sentimos una conexión inevitable al final.

Fincher es también un detallista, que cuida que la película no deje cabos sueltos, que cada momento que aparece en la pantalla sea parte esencial de la historia que quiere contar. En esta oportunidad Fincher adapta al cine la primera parte de la trilogía Millenium del sueco Stieg Lanrsson. Pero la cinta no es una simple adaptación, puesto que el sello cinematográfico de Fincher es innegable.

La historia gira en torno a un periodista cuya reputación esta en juego y una investigadora que vive al margen de la sociedad. Ambos personajes son presentados de manera paralela, en los dos casos vemos a personas que están en la búsqueda de ellos mismos, teniendo en común la adrenalina de la investigación.

Mikael, el periodista interpretado por Daniel Craig, es contratado para revelar el misterio de la desaparición de una mujer hace 40 años. Mientras se adentra en las historias que rodean el misterioso hecho, saltan a la luz miles de detalles que guardan conexión y que nos van revelando de a pocos que estamos frente a una secuencia de asesinatos sórdidos y que tienen relación entre ellos.

Así como hizo en Zodiac (2007), Fincher concentra la tensión en conocer al asesino en serie que vamos descubriendo al mismo tiempo que nuestro protagonista.

Por su parte, el personaje de Lisbeth Salander interpretado por Rooney Mara, se nos presenta desde el primer momento como un fantasma de la sociedad, su presencia es oscura, su apariencia llena de piercings, tatuajes y un pelo muy oscuro llama la atención de modo negativo. Poco a poco nos vamos adentrando en su mundo, que en realidad es un sub mundo, sabemos que es una investigadora de primera pero sabemos que tiene serios problemas para socializar.

Vive bajo la custodia del Estado, por su pasado lleno de violencia, que además llegamos a conocer ya al final de la cinta. Salander es un enigma, como lo son las muchas personas que preferimos no ver en la sociedad, porque su apariencia no coincide con nuestros gustos.

Para poder seguir recibiendo su pensión, Salander se topa con un burócrata que abusa de ella. Las escenas son explicitas y bastante violentas, vemos a Rooney ser flagelada delante de la cámara y luego la vemos convertirse en algo así como el ángel exterminador de Buñuel.

Para cuando nuestros personajes se juntan, sentimos que los conocemos a ambos, hasta ese momento Fincher ha hecho un estudio de personalidades más que una historia de misterio. Vemos como Mikael y Lisbeth trabajan juntos, ambos sienten la misma emoción de descubrir la verdad y eso los mueve para que su relación sea sólida.

Pero esta no es una película cualquiera, Fincher revela al final el misterio, pero eso no es lo importante. Lo importante son nuestros personajes. Figuras sórdidas, llenas de temores, atormentados por pasados violentos, solitarios. Sobretodo el personaje de Lisbeth Salander, una mujer que ha padecido todas las flagelaciones posibles, cuya figura paterna es un hombre que no tiene mayor actividad cerebral, que siente miedo a los hombres, que se siente atraída por las mujeres, que ha perdido el respeto por las reglas de la sociedad. El personaje interpretado por Rooney Mara es un papel feminista, que recoge todas las perversiones de un mundo dominado por hombres que más parecen monstruos.

Pero la cinta también nos muestra que la violencia es un mal engendrado en la humanidad. Vemos como la violencia se transmite en el tiempo y hasta quizás en los genes, como los horrores de los nazis pueden vivir bajo la apariencia de una casa totalmente transparente en la actualidad. Como una familia puede ser el nido de los mayores trastornos y puede albergar los mayores horrores durante años.

Para todo esto, la cinta utiliza colores oscuros, una fotografía impecable con tonos grises y verdes que resaltan la putrefacción de las cosas que vamos descubriendo. La blanca nieve sueca pareciera una gran cortina que no dejar ver ese pasado tormentoso que se esconde debajo de esos suelos.

La dirección de Fincher es impecable, controlando bien los momentos de acción, no cayendo en el morbo en las escenas explicitas; como nuestros personajes, la película busca la verdad sin exageraciones. La película es perturbadora, como lo es al final, la verdad. La narración es un engranaje que no permite perderse un momento, más aun con la música que usa la cinta, llena de sonidos tecnológicos y no de instrumentos clásicos.

Como en The Social Network (2010), Fincher nos muestra que la tecnología y la modernidad no significan evolución, quizás incluso involución. Donde la intimidad es nostálgica, los lazos familiares se han quedado en cuadros o en recuerdos, donde la cotidianeidad vive en la oscuridad.

Daniel Craig está muy bien, como todos los secundarios. Pero la película le pertenece a Rooney Mara, que da no solo la mejor actuación femenina del año sino quizás una de las mejores de todos los tiempos. El personaje que nos muestra es complejo, perturbadoramente atractivo como lo fue Hanibal Lecter hace casi 20 años, pero sin dejar esa femineidad que la hace una mujer en todo el sentido de la palabra. La complejidad de sus emociones se ve retratada en su rostro pálido, con un maquillaje gótico y sin mayor movimiento; hace recordar el rostro de esa gran actriz sueca que se convirtió en súper estrella llamada Greta Garbo. Vemos cómo se va descubriendo a sí misma, para quizás terminar de nuevo enfrascada en su mundo interior lleno de figuras fantasmagóricas.

Los tatuajes representan eso, el impregnar en el cuerpo momentos, los cuales no siempre son agradables. En el caso de Lizbeth Salander, el dragón representa esa figura gigante de momentos violentos que no puede despejarse de su mente, como el tatuaje tampoco de su cuerpo.

1 comentario:

  1. A mi tb me pareció buena, pero debo de confesar que algo fuerte para mi gusto!

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